4 de noviembre de 2008

Hoy es como cualquier otro día: el autobús se deslizó sin aspavientos, el viaje silencioso propició los pensamientos, la posibilidad de desempolvar alguna esperanza, el deseo de hacer algo diferente hoy. El peinado de la mujer de enfrente es raro, su rostro es raro; el hombre de más allá es feo. Regreso a mí mismo para seguir escavando en mi intrior, darme cuenta de que soy feo, que las horas no me precupan en este momento, que el ir sentado, oscilando en el vaivén del enorme velero de colores que surca el bulevar balanceándose, me mueve a mirar hacia dentro. Pero noto que las calles lucen diferente por la nublazón; las personas en las aceras me parecen estáticas, sorprendidas en un movimiento suspendido. Son maniquíes dispuestos por aquí y por allá. El conductor es como un robot, los pasajeros somos robots, replicantes humanos... me gustaría hacer algo diferente hoy. Tal vez podría bajar en la siguiente parada.

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