26 de noviembre de 2008

Después de orbitar el planeta maravilloso, comenzaron a descender en la parte más llamativa lo suficiente para usar la pantalla panoral. Cuando la imagen emanada de aquel azul atrayente se configuró en la pantalla, los visitantes se embelesaron con los que veían: no entendían, no sabían qué era. Allá abajo, el océano continuaba arrullándose, adormeciéndose bajo las blancas cresta irisadas por el viento.

2 comentarios:

joseluis dijo...

Este es un poema bello, con una cadencia que se acopla a la perfección con la imagen final.

Anónimo dijo...

Muy bien maestro, usted sigue escribiendo que bueno, nunca hay que dejar de hacerlo.