9 de marzo de 2012

Hay un hombre sentado en la oscuridad pensando en aquellos que ya no están. La noche lo abraza como una mujer que sin palabras le demanda tiempo y vida. Los antiguos fantasmas de rostros imprecisos son sombras más negras que la existencia del solitario; pegados en las paredes quieren decir sus mensajes distantes. No hay retorno, no hay tiempo ni espacio para ir al pasado y recomponer cosas. El reloj dio la vuelta y los días, como un tren, se marcharon, sólo se ve, borroso, el último vagón desapareciendo en la bruma.