31 de diciembre de 2011

Cuando recuerdo a mi parde

A veces, me acuerdo de mi padre. Murió cuando yo tenía 21 años. Ahora que estoy viejo y lo llegó a recordar, se despierta en mí un vivo deseo de hablar con él. Me gustaría verlo en sueños y que me dijera exáctamente dónde se encuentra. Que me contara cosas, no sé cuáles, cosas que me dejaran conocerlo. Físicamente lo rentengo en mi memoria, pero nunca entendí sus corajes, particularmente nunca comprendí su eterna tristeza. Había tristeza en su voz suave, en su mirada, en sus actitudes, en su manera de fumar y de mirar más allá de los muebles. Cuando pienso en todo esto, mi espíritu se entristece; me abraza la nostalgia. Tengo deseos de ir al tiempo de mi adolescencia y conversar con él, pues nunca lo hicimos. De algo estoy seguro, por varios pasajes de mi vida y actitudes suyas: me quería. Esto lo entendí muchos años después.
Lloré desde el fondo de mi corazón hasta los ojos cuando murió.

30 de diciembre de 2011

Tiempo de partir

De pie en la puerta miraba la llovizna que bajaba suavemente con un rumor sutil. A esa hora la soledad se había aposentado en la calleja. Bajo el sombrero, en lugar de rostro, una mancha oscura. Finalmente, tomó la maleta, levantó el cuello del abrigo, cerró la puerta y enchó a andar lentamente. No sabía si la había matado, pero eso no le importaba, era el tiempo de partir y partíó.

27 de diciembre de 2011

Distancia

Distancia... en canciones y poemas... distancia en relojes, en libros y ciudades... distancia entre rostros que se aprecian, entre ecos de palabras... en fin, distancia desde aquí hasta el fin de una mirada. Distancia como lejanía, como rumor de ausencia, como un paseo solitario; sueño que se vuelve recuerdo... distancia entre el aire y olores... en esas calles que se prolongan, que se confunden con otras y otras hasta volverse lejanía.

10 de diciembre de 2011

La vida de papel

La noche fue encendiendo las farolas, luego, las calles se iluminaron entusiasmadas. La lluvia replicó la ciudad en cada gota. El viejo pianista comenzó con And the night comes. Las notas eran tan lentas y susurrantes que parecían copos de nieve. Las personas hablaban en voz baja y el tiempo se reclinó para quedarse. Una de mis notas fue: los personajes en sombras, el jazz murumurando recuerdos y yo apartado en mi rincón mirando pasar la vida.

A veces la vida

Cuando retomé El hombre en el puente me volví a ver perfectamente dibujado en ese personaje. Releí los dos primeros capítulos, de ellos escribí un breve relato La ciudad que sueña. Al día siguiente salí con mi laptop rumbo a un café para revisarlo. Mientras lo hacía, alguien me llamó por mi nombre. El encuentro de mi relato sucedió en el café, en la tarde fría y azul.

25 de noviembre de 2011

Escalera al cielo

Suena en mi laptop Escalera al cielo mientras trato de revisar un artículo. Afuera, el frío afila su cuchillo para seguir cortando el aire. Me levanto, me asomo a la ventana, nadie en las aceras. Es viernes, pero el mundo parece dormir. Vuelvo a mi texto, mi otro yo dormirá para soñar con calles de farolas amarillas.

20 de noviembre de 2011

En la barra de un bar

El viejo, lamiendo un recuerdo, encorvado sobre el trago, murmuraba. Era una fina cadena de palabras que guardaban un ritmo interior y formaban versos. Narraba la historia de un hombre feliz, que tenía el corazón contento y que en su sonrisa navegaban besos. Con el sabor salado del tiempo que fue rezaba en una canción espantando la soledad. Yo lo miraba apurar el licor, era como haberlo recortado de un cómic de la tristeza; era como una sombra venida desde lejos, de amores empolvados, canciones y guitarra, de largas madrugadas. La soledad y la tristeza que vendía bajo la luz amarilla del bar tenían la dignidad de quien las conoce y les permite estar en él. Inclinado sobre el olor a vino su ebriedad era una condecoración pendiéndole del pecho. Su rosotro y su voz me recordaron los acordes de una armónica vibrando en los más íntimo de mi alma.

25 de septiembre de 2011

Los días pasan

Los días pasan y pasan y pasan... son como una gota de agua que cae constante, alegre y observable, delicada y fina, pero que, después de un tiempo, se vuelve monótona. Se deja de ver, y su plop... plop... plop... puede trastornarnos la cordurna. Las horas se agitan y se acumulan en el reloj y en la tarde recostada y triste. Uno deja de mirar o mira tanto que pierde el sentido. De pronto, uno advierte que lo que era futuro es ahora pasado; uno se vuelve para ver dónde ha ido todo lo que esperaba que llegara y es como ver el último vagón que se aleja irremediable. Uno advierte que los días pasan y pasan, cuando ya han pasado y estamos solos.

12 de julio de 2011

Encuentros y desencuentros

Sucede de pronto que a lo lejos, en el bosque de prisas, he visto una figura peregrina que parezco reconocer; la observo y ¡Sí! Estoy seguro que es este o aquel amigo. Camino rápido y, como en los sueños, no logro darle alcance. Otras veces, como sucede en la realidad, lo consigo, llegó hasta él, pero enfrento un rostro desconocido. Sin facciones, sin nombre; un rosotro que creo me mira desde una distancia tan lejana que me entristece.
Hay días en los que he concurrido a un encuentro fortuito con alguien que, como yo, vaga solitario por ahí. La conversación se da amena, espontánea, se prolonga. ¿Será el olor de la tarde, el sol arrodillado, un buen ánimo venido de no sé dónde que se derrama entre las hojas?¿Será la vida?

22 de junio de 2011

Una luz tras la ventana

Nada había allá afuera. La calle continuaba solitaria. Era la una de la madrugada y la llovizna rumoraba sobre el empedrado. Esta vez no vi ninguna figura caminando; las isletas de luz interrumpían la lóbrega vía. Yo, asomado a la ventana, me sentía tan desolado, abandonado; creía ser el único ser en el planeta. De la manera más inesperada, una luz se encendió en el edificio de enfrente. Fue como una respuesta, fue como una fiesta, fue como un saludo, fue como un algarabía. Estuve mirando ese cuadro amarillo durante un largo rato; ahora, la madrugada era alegre, algo se vivificó y me quedé ahí disfrutando el viento. Luego, me fui a la cama y dormí inmediatamente y soñé cosas agradables.

24 de mayo de 2011

Noche otra vez

La luminosidad de la ciudad derramándose en edificios, autos, cristales, pavimento, árboles... me cegó (como siempre) a mitad de la mañana. Ciego fui por las aceras, doblé esquinas concurridas, toque codos con mis codos (alguna mano), brazos con brazos, algún hombro... un disculpe murmurado. Luego, las aceras de colores, las vidrieras, los autos, el pavimento, todo devolviendo el rojo, el amarillo, el verde, el azul, el violeta, el blanco, el café, el crema, el negro, el lila, el rosa, el naranja, el gris. La noche multicolor ha vuelto.

Mañana común, día común

Los edificios iluminados por el sol... la ciudad luce luminosa. Es un día común... todo es común. Me alegra darme cuenta que no advierto a nadie con una maleta partiendo o arribando; no me he fijado si alguien se despide de su casa y se marcha, si alguien va triste, si se suicidará más adelante... Hay tanta luminosidad, que ciega.

17 de mayo de 2011

Mujer con maleta

Miro por la ventana, son las doce de la noche. En la calleja desierta y brillante por el rocío, veo la silueta recortada a contraluz de una mujer caminando por la angosta acera. Carga una maleta. Imagino que recién llega de una ciudad lejana de donde ha partido para abandonar un corazón, un nombre y un pasado. Abriga la esperanza de comenzar de nuevo. ¿Desde dónde vendrá caminando? ¿a dónde se dirigirá? ¿por qué camina por esta calle? No lo sé, pero sentí pena. Ella Fitzgerald cerró la última nota, el sax se apagó. Hubo silencio.

14 de mayo de 2011

Tilo park

El hombre de Tilo park es una parte de ese sitio. Cuando llego ya está ahí; no he logrado irme después de él. Lee un libro o escribe en su libreta. De vez en cuando levanta la mirada y permanece como reflexionando, como imaginando, como... ¿recordando tal vez? Come emparedado y bebe café. Tiene una barba profusa y el cabello largo. Es flaco, nariz grande y ojos oscuros. Lo observo discretamente; él nunca me mira. Me pregunto ¿Cómo puede haber alguien idéntico a mí? ¿cómo es que hace las mismas cosas que yo? o ¿acaso soy yo el igual y soy yo quien hace las mismas cosas que él?... No lo sé.

22 de abril de 2011

Fuera de los días

Hace algunos días, el cielo se entristeció. Alguna lágrima me mojó el corazón y bajé de los días y me perdí en una niebla sin tiempo. Las palabras se derrumbaron. La vida se fue escapando por alguna rendija... eran sueños perdidos, rostros olvidados, nombres confundidos... Las habitaciones de mi alma brumosa quedaron desoladas, los sótanos de mi corazón, ahora húmedos, se hallan vacíos. Calles, callejas, callejones, esquinas, puertas, edificios, casas, ventanas, aceras, vidrieras... todo me llama al aislamiento, a la distancia. Pero sé que en unos días estaré resanando cada espacio resquebrajado, cada parte despintada. Mi alma sanará y estaré de nuevo en los días agrables y aromosos de los parques y las calles.

31 de marzo de 2011

Multiplicidad

El cigarrillo se consume y de pronto estoy solo de nuevo. El viento cambia y se marcha, el día, finalmente, escurre su última gota y me abandona. La sonrisa se va difuminando en el rostro que se aferra para no dejarla ir. La mano deja de agitarse en un saludo que se vuelve adiós. La penúltima persona se aleja... sólo miro su espalda y su andar lento. Luego, yo también parto, me alejo, tanto que me quedo sin mí.
Tantos asuntos, tantos temores nocturnos, tantas urgencias diurnas... esperas, sueños que se alargan en más esperas, estaciones que transitan y yo me duermo en todavía más esperas... tantas que he perdido el presente en un juego de azar y, de pronto, me encuentro respirando en un futuro tan lejano que no lo sé distinguir, ni lo entiendo ni lo quiero. Todo para dibujar más esperas...

26 de marzo de 2011

De nuevo jazz

Otra vez las frondas rediseñadas por las farolas en luz y sombra. De nuevo el sax y el piano, las notas al aire perfumado. Lo alternativo era la marca y algo de beber, para el espíritu. Marzo acarreaba el buen tiempo y los destellantes azules y verdes deambulaban sobre el público, que a su vez, deambulaba. Era como una calle atestada, con rostros peregrinos, que con una mirada huidiza se declaraban cófrades. Los viejos salpicabamos el lugar y todo se entremezcaba en una armonia nocturna.
La música en vaivén, la suave ola de gente, el cielo negro se ocultaba tras el casco de resplandor y la noche bailaba con una cadencia particular,

25 de marzo de 2011

La noche del jazz

La noche mecía las frondas de los árboles de la plaza; frondas rediseñadas por la luz de las farolas. En el pequeño escenario, el grupo ya se había instalado. Todavía quedaban lugares libres y tuve la oportunidad de seleccionar una silla en la primera fila. La indumentaria oscura de los músicos mudaba de tonos por la iluminación.
El cuarteto comenzó a tocar: Coltrane y los demás clásicos. Mi café me calentaba la mano. El viento, como gato, se colaba entre las filas. La noche iniciaba con notas de sax; la noche siseando prometía...
Olvidé, sin darme cuenta, el resto de mis asuntos. La noche era mi amiga y se había sentado a mi lado. Nada impotaba ya.

10 de marzo de 2011

Pantano Park

Pantano Park es un lugar tranquilo. Desde ahí camino a mi esquina donde espero el autobús. Los tres diferentes conductores ya me conocen y me saludan. No necesito pedirles mi boleto de transferencia, sonriendo presionan el botón y me lo entregan. Los viajeros, prácticamente sentados todos los días en los mismos lugares, también nos conocemos. Somos rostros diferentes, con nuestras vidas detrás; con con nuestros asuntos. Nos miramos y basta asentir para saludarnos. El trayecto hasta el centro de la ciudad es largo y cada uno de nosotros va haciendo algo de su propia vida. Yo, leo, hago anotaciones en el texto o escribo cosas de mi trabajo. Muchas veces en mi cuadernillo apunto ficciones que tratan de imitar la realidad. La vida es así, no importa dónde se viva; los días se suceden y cada quien se la va armando. Me gusta imitar los días, las calles y lo que veo. Muchas veces hago un hueco en el aire y me oculto. Hoy, por ejemplo, la noche enciende las farolas y vibra de olores las calles; también, algunas veces, siento algo de soledad, como un sabes un tanto cuanto dulce.

23 de febrero de 2011

Nigth Park

La noche se empecinó en las calles. El parque de farolas de debil luz amarillenta, alberga las sombras huidizas de los peatones. Hay un olor a flores y a motores de autos. La gente en las aceras camina ajena, mirando rostros ajenos, como escondidos. Todos se miran como no mirando, pero buscando un eco en el otro. Yo soy ese que se detiene bajo el farol a encender un cigarrillo, miró mi sombra difusa y observo a los otros. Marcho despacio y llegó a la orilla del parque. El humo se espesa y levita ante mi rostro imaginado por mí como uno diferente. Es un crucigrama cada rostro que atraviesa frente a mí. Levanto un poco más el cuello de mi abrigo, doy una bocanda más y cruzo la calle. Soy un punto más en la ciudad, casi invisible, casi sin existir.

13 de febrero de 2011

Un poco de adiós al pasado

Creo que dejé de sentir tristeza por el pasado... bueno, menos tristeza. No lo podemos recomponer. Los espíritus que habitan mi pasado son poderosos y habían congelado una parte significativa de mi existencia. Pero no es posible tener miedo de soltar las amarras porque los fantasmas nos atan. Recordaré las cosas que pasaron como algo que fue... y, claro, que no puedo arreglar. Desde hace varias semanas mis días se suspendieron en una vida pasada... Dejo aquí esta nota, no era lo que quería decir. No lo quería escribir así. Abriré la puerta a la brisa fresca, que ventile mis habitaciones, luego, lo intentaré de nuevo.

26 de enero de 2011

Círculo

La vida continúa dando vueltas, sigue girando. Después del silencio, el silencio continúa...

16 de enero de 2011

Tiovivo

Parece que los días van dando vuelta en círculo. A veces advierto que encuentro los mismos rostros, las mismas situaciones, mismos sonidos... hasta los olores son los mismos. Bueno, aquí cabe que haya una equivocación de mi parte y que estas apreciaciones sólo sean mi imaginación. Lo mejor de todo es que eso me gusta. Desaparecí de las calles unos días para terminar un trabajo especial y ahora que regreso a ellas, a la plaza y al café, no encuentro nada diferente. De hecho, me gustó ocupar mi viejo rincón bajo la mortecina iluminación, mi café, mi libro, mi periódico y los demás comensales. Esta es mi vida, que con estas repeticiones me recueda la emoción de mi niñez, girando y girando en el tiovivo.