5 de septiembre de 2006


Del amor y otras cartografías

Pintado en las ranuras cristalinas
caracola de agua en el vidrio
se resbala un beso transparente
que te busca y me busca,
no nos halla y se aleja,
pierde el rumbo el bote
sin timón, sin vela.
A estribor ensombrecido
se lee el nombre del alma que naufraga
descascarados trazos de sangre
para no ser pronunciados
destinados a guardarse así, húmedos
helados.
Yo soy la gaviota que cruzó silbante
por el radio de la anhelante visión
de tu corazón que no llamó,
y permitió la interposición de un segundo,
periodo eterno que se alarga y se alarga
ineluctable.
Ahora tu no no estás, yo me fui,
tu tratas de recordar mi nombre
yo, en mi mansión soliaria,
intento olvidar tu rostro.
Tu nombre sigue a fuego
tatuado en mi garganta.



Peregrino en una nube solitaria

Peregrino en una nube solitaria
tu nombre
engastándose en la tristeza de la ausencia.
Me ha dolido tantas veces la distancia
del valle dorado de tu vientre
y confudido mi vuelo de paloma
mensajera.
Es un hecho irremediable el no estar.
Canto a tu cuerpo de pantera,
relámpago de amarillo deseo,
te mueves como rumor en lejanía,
me haces pensar en un invierno
derramándose de lluvia taciturna.
Espérame en un recodo de tu curso
para navegarte sin mencionar mi nombre,
sin promesas, meciéndome sin prisa
como un cerezo enamorado de la nieve.

10 de julio de 2006

Vieja barcaza

El temporal fue llevando el bote suavemente hacia el centro del lago; lo dejé hacer sin oponer resistencia, con ambos remos en mis piernas. Se mecía como una hoja seca podría hacerlo en el enorme universo del canal. Me arrellané dentro de mi enorme impermeable y calé más el sombrero. Empezaba a oscurecer y estaba solo, sentí miedo por un momento, pero abrazaba la certeza de que podría remar y alcanzar la orilla sin más dificultad. El hallarme en la calzada del peligro, al borde de lo desconocido me movía a permanecer. Desde las húmedas cavernas de mi alma silenciosa y desconocida, emergieron fantasmas antiguos; blancas sombras de cristalería que se fundían con los goterones del aguacero intemporal y despiadado. Esa tarde, sin saber a dónde escapó el sol, me fui empequeñeciendo, fui transitando de la naturaleza que me rodeaba hasta mí mismo. ¡Cuánto pueden envolverme este cielo hostil, esta agua negra como boca de pozo, estos ofensivos ramajes. Me es desconocido tal mundo, es un sueño pertinaz de ahogo y desesperación, pero por qué la calma ¿sería la contundencia de la muerte? ¿el abandono bajo el siseo de la guadaña? No lo sé, pero mi cama todavía tiene húmedos los faldones de las sábanas.

28 de junio de 2006

Partida

Recién terminó el mediodía y la nublazón continúa siendo el tenor. Ayer llovió la tarde, desconsolada, sin ni una sola palabra. Hoy el rumor de presagio se desgrana desde el cielo entristecido. La imagen del abandono y de la desolación se dibuja en la acera de enfrente: un hombre, desconocido para mí, en el quicio de la puerta del viejo edificio con una maleta y su impermeable.

25 de junio de 2006

Las horas y los días

Son irremediables las mañanas azules cuyas aristas de ángulos agudos calan el corazón. Se vienen impetuosas las aceras y hay un entrechocar de transeúntes que en paralelas replican el encuentro de romanos y bárbaros.
Podría meterme en un doblez de Estación Central y en diálogo con un capuchino deletrear panecillos, pero son las ocho treinta y debo acudir puntual a mi cita: mi escritorio y su lenguaje de papeles.
Me reconforta el anticipar la hora de salida y que en el bolsillo izquierdo de mi saco guardo un enorme cigarro que consumiré parsimoniosamente deteniendo el tiempo. La salida representa la abertura diaria al portal de mi dimensión, al entreverado de calles y avenidas donde voy erigiendo espacios personales. El escritorio y la silla sólo constituyen un intervalo peregrino de mi existencia; intervalo donde leo entre renglones que no hay nada para mí allí. Es una agenda occisa donde no se ha escrito mi nombre. Así, al preciso segundo del día, en una línea recta perfecta, marcharé hasta el reino donde soy el amo de las horas y mi figura poco a poco se va difuminando en la neblina del humo para dejar en mi lugar un hueco.

23 de junio de 2006

Tránsito nocturno

Voy cruzando la plaza, extensa como un campo de acero, andando bajo un cuerpo de nubes que acercan su rostro para mirarnos el alma. Nos mojarán, ya lo sé, con sus lágrimas transparentes para retornarnos al silente espejo que nos devuelve nuestro propio rostro. Camino sin prisa, ocultándome en el aire, guardo mi alma de las demás sombras que se entreveran en mi camino cortándonos el paso en una danza de pensamientos hundidos en el basamento de nuestros corazones solitarios. Voy de un cuadro de cemento a otro, viajo perpendicular y busco la distancia más corta entre yo y donde he puesto la mirada, pero el segmento se alarga para siempre. Es como caer y caer sin dar con el cuerpo en el fondo. Invariablemente un nuevo tropiezo con un alguien, con un atisbo de individuo, sin rostro, cubierto de melancolía y prisa. Una mujer, un hombre, no lo sé, sólo los abrigos negros aleteando la humedad invernal en un deslizarse perfecto hacia el centro de la noche, hacia el centro de ellos mismos. Yo, sin remedio voy: hacia el centro de la noche, hacia el centro de mí mismo.

22 de junio de 2006

Geometría de la tristeza

La avenida es una sierpe colorida de faros y anuncios que matiza su personalidad al desdoblarse en la refracción de la pertinaz llovizna. Ondula su energético cuerpo de jade luminoso. Soy una miniatura en la acera de sus entrañas, una mancha cuadriculada en la piel de asfalto que reviste su vientre.
Se adelanta en el nocturno aire citadino con anillado movimiento arrastrándose ahíta de corazones latiendo calientes en su interior. Es como un río fluorecente transportándonos hasta la sangrante noche azteca de ofrendas.
Intento ser sólo un testigo desde mi envoltura urbanita, pero ella me aprisiona con su constrictor abrazo. Quedó allí entonces, indefenso, expuesto ante su voracidad y tamaño. Las escamas del enorme cuerpo conformadas por los toldos, los espectaculares, las prohibiciones de estacionamiento, producen un sonido de cascabeles y se agita intensa en mitad del tráfago que la alimenta y aviva.
Por ella, en triángulos y trapecios, en círculos y rectángulos, transita la soledad, paseando en el vaivén de marea, oreando la nostalgia y la melancolía.

20 de junio de 2006

Salto súbito, sin evidencia

Es medianoche y he salido de la cama a aporrear este viejo tablero. Dándole vueltas a las ideas como a un destartalado papalote, he saltado de la cama súbitamente. Me levanté porque me he dado cuenta de que estoy viviendo mi realidad, quiero decir: la propia. Me refiero a que hay una realidad: la que viven los que están fuera de mí y otra que es la que yo vivo, la que yo me he creado. Yo no soy yo, entonces; cada vez me vuelvo un poco no yo. Creo que me atoré en la edad cronológica del año pasado y hace unos momentos, acostado, noté que tengo un año más y que no lo había advertido.
Considero que no es importante contar con un año más de vida, sino no darse cuenta que se ha acumulado uno más. Es como haber despertado de noche, repentinamente, en mi propia cama y no saber de momento qué ocurre, luego, más confusión. Hay muchas realidades que se multiplican como en espejos. Es un laberinto de cristales y realidades que se entretejen y confunden como si el que va a trabajar todos los días no soy yo; tal vez es otro con distinto nombre que se parece a mí, quizá ni eso: simplemente otro. ¿Será que este yo no es la persona? ¿seré sólo el traje, la mácara? No lo sé, no lo sé... no tengo evidencia.

18 de junio de 2006

Teatro cerrado

Por hoy, el teatro ha cerrado. Las máscaras penden de los clavos, son una hilera de rostros descompuestos. Los viejos trajes, deshilvanados ya, cuelgan desvencijados como maltratados pájaros agonizando. Todo está oscuro ahora. Yo me he quedado dentro.

16 de junio de 2006

Día común

Han pasado varios textos en estas horas. La mañana empieza a declinar, sin embargo, el día no termina y está, como es usual, lleno de imágenes.
Se alarga la melancolía, mascota dulce, atenta al reloj. La ventana es el portal encristalado, clausura al mundanal entreverado de calles.
Permanezco en silencio.