17 de abril de 2013

De noche, la ciudad

Las calles son caminadas por mí. Solitario y en silencio observo la noche centellante. Los autos dibujan el arte urbano efímero de las avenidas. En mi interior llueve; es una lluvia suave, como una brisa. La soledad se arrulla en mi cuello como una bufanda y la melancolía me toma las manos dentro de los bolsillos. El olor de la noche de abril trae tiempos pasados o que yo imagino como pasados. Tal vez esos recuerdos no existen, yo los elaboro en mi mente fatigada. Tal vez son un lugar en el aire fresco donde creo que puedo refugiarme en la búsqueda de algo. La noche sosegada me sosiega, me dice que todo está bien, que las cosas se hallan donde deben estar: mis libros en el librero, el jarrón en la mesa, la lámpara en el rincón, mi cama tibia a la espera de mi, mis escritos reposando, mi laptop en suspensión, los días transcurriendo sin sobresaltos, mi trabajo en orden, mis fantasmas en sus sótanos, los nombres antiguos en mi corazón, mis miedos lejos, mis gestos pacíficos, la vida ensamblada, los diarios en el sillón, las esperas en aceptado suspenso. Por ahora, sigo caminado, más en paz a cada paso, mi rostro pareciéndose más a mí modelado por el viento fresco. Las gotas de agua, cálidas sí, resbalando en los cristales de mi alma.

7 de abril de 2013

Palabra en tránsito

Las notas en la laptop son fotografías viejas que intentan dar forma a un poema. A veces cuesta mucho retomar el hilo de los días, pero cualquier intento es bueno. Las palabras en la pantalla me devuelven un rostro que en ocasiones se pierde. Es mi propio rostro, desdibujado entre adjetivos, sustantivos y verbos. La oscuridad de la noche se ha pegado a la ventana... hoy no habrá poema, un aleteo se aleja entre mi silencio y mi soledad.

Jazz park

El viento fresco de la noche de abril agita suavemente las frondas oscuras de los árboles que sisean en la noche de primavera. La musica de jazz envuelve como rocío titilante el ambiente. La gente se mueve sin prisa y los perros se olfatean en tono de amistad. La plaza se ha cargado de paseantes que simplemente observan y son observados. Las calles alrededor vigilan atentas los jardínes de las casas y el pavimento refleja los pasos de los paseantes y las sombras ocultan a las parejas casi invisibles entre los autos estacionados. No hay pasado ni mañana, solo la página que se escribe en el momento nocturno perfumado. Más tarde, todos dormirán en sus camas soñando con la luna. Se arrullarán con la voz profunda de un sax y el tintineo de las teclas del piano. Todos respirarán el olor de la noche entrando por las ventanas abiertas.