4 de noviembre de 2008

En la mesa de un café




El cigarrillo se consumía despacio, el café se enfriaba despacio y despacio leía City of glass. Me cambiaba mentalmente la identidad para parecerme más a los hombres de papel de Auster. Yo leía que un tipo seguía a otro y cuando el hombre entró al café y lo vi lanzando miradas furtivas a un personaje en particular sentado en la mesa cerca de la ventana, y cuando advertí que anotaba algo en un cuadernillo, me pareció que estaba ante Continuidad de los parques (siguiendo a Cortázar) y que la dimensión literaria se había interceptado con la dimensión real. Con el índice en la página que estaba leyendo entrecerré la novela (The New York trilogy) y me dedique observar al del cuadernillo. Quedé hipnotizado por la escena. Aquel hombre miraba con insistencia, pero con disimulo, al otro que bebía café con una mujer. Eso no podía perdérmelo, saqué la pluma y mi libreta de apuntes y comencé a escribir notas para un cuento que tenía que ver con lo que estaba leyendo, con lo que veía y con la imaginación que le ponía. Así que de pronto era Paul Auster, el tipo que yo observaba mirando a otro y yo, haciendo lo mismo: los tres en un café, observando a otro y haciendo anotaciones en un cuaderno.

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