14 de enero de 2015

A la vuelta de la esquina

Es una noche de diciembre, el invierno ha untado las aceras de frío; ha adormecido las paredes e hipnotizado las farolas que entrecierran sus ojos amarillos. Desde mi puerta observo la calle, quiero echar a andar, irme por ahí entre las solitarias almas oscuras envueltas en abrigos; mezclarme entre los recuerdos melancólicos disfrazados. Quiero echarme a andar a hasta más allá de la plaza, hasta la cafertería... El hombre no se había movido de la puerta, solamente miraba la calle con deseos de caminarla, pero lo frenaba el miedo de lo que podría encontrar al doblar la esquina.

11 de noviembre de 2014

La última noche

El saxofonista aspiró las últimas notas desde el fondo de su cajón de recuerdos. Las sopló esparciendo en el ambiente de humo y charlas al final de una pieza que dibujó un antiguo rostro en el aire. Esa melodía tenía la magia de traerle, en un remolino, el nombre que lo ponía triste. El instrumento parecía entender qué le soplaba el viejo músico con esa vibración suave, como un aire de otoño. Terminó de tocar y, entre los aplausos, se fue directo a la barra. Ahí, esa noche, se bebió de un trago toda la nostalgia, para siempre.

29 de octubre de 2014

El Señor Azul

El otoño cambiaba el vestuario de la ciudad. La noche olía a recuerdos imprecisos. El Señor Azul (así le gustaba nombrarse) se reacomodó en su asiento en la cafetería de siempre. Releyó sus notas en lo que él llamaba el cuadernillo azul. Después encendió la tablet para seguir leyendo La noche del oráculo de Paul Auster.

Inconclusión

La mujer, en su mesa de trabajo, colocó una hoja blanca en la máquina de escribir... no, la mujer, frente a la computadora, miró la pantalla en blanco que había abierto en Word. Tecleó el inicio de una minificción y se quedó mirando el renglón de palabras, talvez seleccionando la expresión más adecuada para seguir. Dio un sorbo a su café, luego otro, luego otro, luego otro. En la pantalla solo se leía: "La mujer, frente a su mesa de trabajo, colocó una hoja blanca en la máquina de escribir"

25 de octubre de 2014

Nota del cuadernillo azul



Llevo un tatuaje urbano, intrincado y profundo. Las luces y los anuncios, las plazas y los edificios se han bordado en mi piel y en mi alma. Sé de memoria callejas perdidas, espacios ocultos y algunos laberintos. Puedo andar a ciegas y reconocer por los olores en dónde estoy. Aquí es siempre invierno y llovizna, enfermos de soledad, asuntos privados. Al salir, el abrigo lo oculta todo; salir a las calles, a los parques, a los cafés. Salir para vernos, reconocernos, no importa que seamos no más que manchas de sombras perdidas entre sombras. Nos basta cruzarnos unos con otros y esquivarnos como bandada de cuervos. A veces nos entrampamos hablando y dejando pasar el tiempo. Personajes de la ciudad, de papel, sin remedio ni reparo.

17 de abril de 2013

De noche, la ciudad

Las calles son caminadas por mí. Solitario y en silencio observo la noche centellante. Los autos dibujan el arte urbano efímero de las avenidas. En mi interior llueve; es una lluvia suave, como una brisa. La soledad se arrulla en mi cuello como una bufanda y la melancolía me toma las manos dentro de los bolsillos. El olor de la noche de abril trae tiempos pasados o que yo imagino como pasados. Tal vez esos recuerdos no existen, yo los elaboro en mi mente fatigada. Tal vez son un lugar en el aire fresco donde creo que puedo refugiarme en la búsqueda de algo. La noche sosegada me sosiega, me dice que todo está bien, que las cosas se hallan donde deben estar: mis libros en el librero, el jarrón en la mesa, la lámpara en el rincón, mi cama tibia a la espera de mi, mis escritos reposando, mi laptop en suspensión, los días transcurriendo sin sobresaltos, mi trabajo en orden, mis fantasmas en sus sótanos, los nombres antiguos en mi corazón, mis miedos lejos, mis gestos pacíficos, la vida ensamblada, los diarios en el sillón, las esperas en aceptado suspenso. Por ahora, sigo caminado, más en paz a cada paso, mi rostro pareciéndose más a mí modelado por el viento fresco. Las gotas de agua, cálidas sí, resbalando en los cristales de mi alma.

7 de abril de 2013

Palabra en tránsito

Las notas en la laptop son fotografías viejas que intentan dar forma a un poema. A veces cuesta mucho retomar el hilo de los días, pero cualquier intento es bueno. Las palabras en la pantalla me devuelven un rostro que en ocasiones se pierde. Es mi propio rostro, desdibujado entre adjetivos, sustantivos y verbos. La oscuridad de la noche se ha pegado a la ventana... hoy no habrá poema, un aleteo se aleja entre mi silencio y mi soledad.

Jazz park

El viento fresco de la noche de abril agita suavemente las frondas oscuras de los árboles que sisean en la noche de primavera. La musica de jazz envuelve como rocío titilante el ambiente. La gente se mueve sin prisa y los perros se olfatean en tono de amistad. La plaza se ha cargado de paseantes que simplemente observan y son observados. Las calles alrededor vigilan atentas los jardínes de las casas y el pavimento refleja los pasos de los paseantes y las sombras ocultan a las parejas casi invisibles entre los autos estacionados. No hay pasado ni mañana, solo la página que se escribe en el momento nocturno perfumado. Más tarde, todos dormirán en sus camas soñando con la luna. Se arrullarán con la voz profunda de un sax y el tintineo de las teclas del piano. Todos respirarán el olor de la noche entrando por las ventanas abiertas.

28 de agosto de 2012

Noche en la catedral

Era la una de la madrugada. Las calles estaban solas y caminé junto con un amigo en dirección a nuestras casas, pues vivíamos cerca uno del otro. Habíamos salido de la presentación del libro Las aceras húmedas de Josep Ituarte. Decidimos desviarnos hacia la catedral de San Mateo. Ahí contemplamos las estatuas de piedra, centenarias. Nos maravillamos con el juego de luz y sombra que proyectaba la caprichoza iluminación del frontispicio. Un viento fresco salido de la nada raspaba la pequeña calzada. Estuvimos de pie en silencio, luego, mi amigo comenzó a cantar Los tiempos están cambiando de Bob Dylan y yo lo seguí. Cantamos repetidas veces las dos estrofas que nos sabíamos. El viento arreció, la luna se cubrió con una manta de nubes de agua y un rumor de animal agonizante se levantó entre los tejados y comenzó la lluvia. Fue entonces que nos marchamos.