El Señor X fue contratado, vía top secret, por el Señor Z, para seguir y espiar al Señor Y. Con el paso de los días se dio cuenta de que las actividades del Señor Y eran rutinarias y comunes. Sin embargo, las instrucciones que le llegaban decían: continuar. Era un juego extraño: cuando el Señor Y salía, él lo seguía; cuando necesitaba dejar su puesto para ir a comprar comida, el Señor Y iba tras él. Pensó que pudiera ser que él fuera el observado.
El Señor Y miraba la ventana de la habitación de enfrente, contratado por el Señor W espiaba a un tal Señor X. A los días notó que X no tenía los grandes movimientos que imaginó, ni se entrevistaba con ningún tipo de aspecto sórdido, ni llegaban autos oscuros, no obstante, las instrucciones eran: continuar. El Señor Y comenzó a pensar que tal vez el Señor X lo espiaba a él. Pues cuando salía a comprar alimentos, X salía. Si Y no abandonaba su habitación, veía que X tampoco.
El Señor Z había requerido los servicios de X pues imaginaba que Y podría estar efectuando ciertas actividades en su contra y el Señor W consiguió a Y para cerciorarse de que X no estuviese intentando nada que lo fuera a perjudicar.
Un día, en la calle, el Señor X y el Señor Y se encontraron tan cerca uno del otro haciendo su trabajo que no les quedó más que saludarse. Días después platicaron, más tarde hablaron de sus trabajos secretos, luego se confesaron uno vigilar al otro. Finalmente, acordaron investigar quiénes eran los señores Z y W, para espiarlos.