17 de julio de 2009

Notas a dos manos

Varios días después de haberlo visto, lo volví a encontrar, esta vez estaba sentado en una banca del parque frente a la librería. Escribía ensimismado, yo lo observaba y hacía mis propios apuntes. El fumaba, yo fumaba, escribía yo, escribía él. Dos viejos enjutos, con barba y cuaderno, escribiendo y fumando. Era como estar frente a un espejo. Yo no sabía si era real o no. En un momento no atinaba a decir si él era yo o yo él. La confusión se fue volviendo tan fuerte que decidí hablarle. Cuando me levanté, se levantó; distinguí que me miró directamente a los ojos a pesar de la distancia, luego echó a caminar, hice lo mismo, caminamos en paralelo: el por la banqueta del parque, yo por la de enfrente. Seguimos así hasta que, entre la gente, nos perdimos de vista.

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