En la penumbra de la habitación, sentado en la cama, con los ojos puestos en su interior, recordaba que alguna vez escribió en uno de sus textos: “La vida puede ser muchas cosas o bien puede ser nada”. Como un cuervo conteniendo toda una noche, aleteante en agonía, vino una parte de un poema de Miguel Hernández en el que volvió a creer: “Tanto penar para morirse uno”.
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