2 de junio de 2009

Nota tras una hoja de almanaque

Qué triste vivir escondido, siempre hacia adentro, entre paredes, ante una puerta cerrada. Pasar los días con los ojos como cerrados, en la soledad inmensa, percibiendo que la vida transita, nosotros, en el andén. El cuerpo se entumece, se va volviendo rígido. El alma se comienza a secar, se agrieta, se desmorona.
Qué triste amanecer en el desconsuelo, y mirar al horizonte y no encontrar nada.

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