Hoy, entre la prisa por terminar de esquivar el aguacero, tropezando con cientos de peatones, alcancé un lugar en el andén. Entre el ruido y el viento escuché el grito de una mujer: un hombre había caido frente al tren. Di la espalda, sentí conmiseración y me alejé unos metros del lugar. Alguien comentó que no cayó accidentalmente, se había lanzado. Me replegué en la pared.
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