28 de marzo de 2009

Del hombre fragmentado

Es un dolor callejero el que me zurce los labios, me unce al silencio y al olvido. La vida pasa dejando trozos de mí tras de mí. La soledad me convida de su vino y bebo hasta borrar la sed de los espejos. Donde yo me encuentro se mancha de carbón la Nada, se nubla de desconsuelo el espacio de sombras. ¿Cómo desvanecer el tatuaje de mis días? La ironía ha vuelto sus cartas nauseabundas. La tristeza no se va de viaje y mi maleta sigue tras la puerta

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