30 de noviembre de 2010

Todas las calles

El día se ha derretido sobre la noche y la línea que los separa se ha vuelto tan difusa que es prácticamente imposible distinguir uno de la otra. Yo, como muchas veces, he pasado de la luz solar a la nocturnidad de colores. Bueno, soy un híbrido: día y noche. La oscuridad me sorprendió en el café (esto es frecuente). Cuando abandoné el lugar, no tomé a la izquierda como es usual; no fui directo a cruzar la plaza rumbo a casa; caminé a la derecha, con rumbo incierto, igual que muchos noctámbulos: a lo que depare la ciudad nocturna. Bien puede haber algo nuevo... tal vez nada. Parezco otro, con mi ropa, con mis manos y mi cara, pero otro. No un otro ajeno, desconocido, sólo otro yo. La noche me llama esta vez... y no le gusta esperar.

1 comentario:

joseluis dijo...

Caminar la ciudad... O mejor, caminar la noche en uno de sus laberintos, de concreto y asfalto, aspirar la fragancia fría que emerge, de la noche o su laberinto, acaso el susurro del árbol movido por el autobús a toda velocidad, acaso un pétalo que cruza frente a tu cara, sin saludo ni nada, para fugarse de tu andar, ya acaso en otra realidad en la que eres aunque no existes.