15 de diciembre de 2009

Sin título

Estaba solo desde hacía mucho tiempo. Lo seguía estando, pero ahora se trataba prácticamente de una elección. Le gustaba ser timonero de su propio velero. Había dejado de luchar por un escritorio grande y una silla alta. Había abandonado al director dictador y tonto, dejándolo en su propia prisión de madera fina. Ya podía despertar, y aunque de recursos menguados, tomaba su café tranquilamente. El salir a la calle percibía como la ciudad le parecía más lenta, más amable.
Con movimientos lentos saco mi cuadernillo y escribo historias que se quedan, a veces, inconclusas; escribo la sensación agradable de que el día y yo compartimos un secreto, que no escribiré aquí. Anoto que el reloj se ha vuelto mi amigo y que la luz de la tarde entre los árboles es tan dorada que es para quedarse mirándola.
Escribo en mi cuaderno con movimientos lentos…

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