23 de junio de 2006

Tránsito nocturno

Voy cruzando la plaza, extensa como un campo de acero, andando bajo un cuerpo de nubes que acercan su rostro para mirarnos el alma. Nos mojarán, ya lo sé, con sus lágrimas transparentes para retornarnos al silente espejo que nos devuelve nuestro propio rostro. Camino sin prisa, ocultándome en el aire, guardo mi alma de las demás sombras que se entreveran en mi camino cortándonos el paso en una danza de pensamientos hundidos en el basamento de nuestros corazones solitarios. Voy de un cuadro de cemento a otro, viajo perpendicular y busco la distancia más corta entre yo y donde he puesto la mirada, pero el segmento se alarga para siempre. Es como caer y caer sin dar con el cuerpo en el fondo. Invariablemente un nuevo tropiezo con un alguien, con un atisbo de individuo, sin rostro, cubierto de melancolía y prisa. Una mujer, un hombre, no lo sé, sólo los abrigos negros aleteando la humedad invernal en un deslizarse perfecto hacia el centro de la noche, hacia el centro de ellos mismos. Yo, sin remedio voy: hacia el centro de la noche, hacia el centro de mí mismo.

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