10 de marzo de 2011

Pantano Park

Pantano Park es un lugar tranquilo. Desde ahí camino a mi esquina donde espero el autobús. Los tres diferentes conductores ya me conocen y me saludan. No necesito pedirles mi boleto de transferencia, sonriendo presionan el botón y me lo entregan. Los viajeros, prácticamente sentados todos los días en los mismos lugares, también nos conocemos. Somos rostros diferentes, con nuestras vidas detrás; con con nuestros asuntos. Nos miramos y basta asentir para saludarnos. El trayecto hasta el centro de la ciudad es largo y cada uno de nosotros va haciendo algo de su propia vida. Yo, leo, hago anotaciones en el texto o escribo cosas de mi trabajo. Muchas veces en mi cuadernillo apunto ficciones que tratan de imitar la realidad. La vida es así, no importa dónde se viva; los días se suceden y cada quien se la va armando. Me gusta imitar los días, las calles y lo que veo. Muchas veces hago un hueco en el aire y me oculto. Hoy, por ejemplo, la noche enciende las farolas y vibra de olores las calles; también, algunas veces, siento algo de soledad, como un sabes un tanto cuanto dulce.

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