La pukaa, pequeña nave de reconocimiento, se posó suavemente sobre el asfalto. La somnolienta madrugada en retirada mantenía desierta la larga calle. Hileras de árboles de café y amarillo bordeaban las aceras. En una cocina se encendió la luz. Una brisa suave se levantó desde algún lugar y vino a mecer las ramas que desprendieron una llovizna dorada. El viento se marchó, revoloteando. La pukaa se elevó furtiva. Arriba, la luna se iba también y la tenue claridad asomaba en el apacible cielo de octubre.
Una hoja se desprendió, descendió lenta en un acompasado vaivén.
Despertar
Hace 13 años.
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