20 de agosto de 2010

Vacío

El día está vacío; mi interior está vacío. No encuentro un asidero. En la neblina donde el tiempo y el espacio se fusionan, me resbalo, no hay nada que me succione o jale, sólo me resbalo, no lo puedo evitar.
El día llegó vacío, el buzón no me guarda ningún secreto; el lado externo de la puerta no me tiene una sorpresa. El otro extremo del teléfono guarda silencio; la hoja de mi agenda, duerme. El viento tras los cristales, pasa, se va de largo dejándome como el cartero que no me entrega un sobre, como el fondo blanco de mi bandeja de entrada: sss... el sonido de la nada.
Dentro de mí ningún mueble; ni una silla para descansar, ni una cama donde soñar que mañana habrá secretos por develar, sorpresas para alzar las cejas, que una voz dirá mi nombre, un número en mi agenda, un viento en remolino en la ventana, mi bandeja de entrada con destellos negros de emails y en mí, el mobiliario dispuesto para sentirme en casa.

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