17 de abril de 2013

De noche, la ciudad

Las calles son caminadas por mí. Solitario y en silencio observo la noche centellante. Los autos dibujan el arte urbano efímero de las avenidas. En mi interior llueve; es una lluvia suave, como una brisa. La soledad se arrulla en mi cuello como una bufanda y la melancolía me toma las manos dentro de los bolsillos. El olor de la noche de abril trae tiempos pasados o que yo imagino como pasados. Tal vez esos recuerdos no existen, yo los elaboro en mi mente fatigada. Tal vez son un lugar en el aire fresco donde creo que puedo refugiarme en la búsqueda de algo. La noche sosegada me sosiega, me dice que todo está bien, que las cosas se hallan donde deben estar: mis libros en el librero, el jarrón en la mesa, la lámpara en el rincón, mi cama tibia a la espera de mi, mis escritos reposando, mi laptop en suspensión, los días transcurriendo sin sobresaltos, mi trabajo en orden, mis fantasmas en sus sótanos, los nombres antiguos en mi corazón, mis miedos lejos, mis gestos pacíficos, la vida ensamblada, los diarios en el sillón, las esperas en aceptado suspenso. Por ahora, sigo caminado, más en paz a cada paso, mi rostro pareciéndose más a mí modelado por el viento fresco. Las gotas de agua, cálidas sí, resbalando en los cristales de mi alma.

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