31 de marzo de 2011

Multiplicidad

El cigarrillo se consume y de pronto estoy solo de nuevo. El viento cambia y se marcha, el día, finalmente, escurre su última gota y me abandona. La sonrisa se va difuminando en el rostro que se aferra para no dejarla ir. La mano deja de agitarse en un saludo que se vuelve adiós. La penúltima persona se aleja... sólo miro su espalda y su andar lento. Luego, yo también parto, me alejo, tanto que me quedo sin mí.
Tantos asuntos, tantos temores nocturnos, tantas urgencias diurnas... esperas, sueños que se alargan en más esperas, estaciones que transitan y yo me duermo en todavía más esperas... tantas que he perdido el presente en un juego de azar y, de pronto, me encuentro respirando en un futuro tan lejano que no lo sé distinguir, ni lo entiendo ni lo quiero. Todo para dibujar más esperas...

26 de marzo de 2011

De nuevo jazz

Otra vez las frondas rediseñadas por las farolas en luz y sombra. De nuevo el sax y el piano, las notas al aire perfumado. Lo alternativo era la marca y algo de beber, para el espíritu. Marzo acarreaba el buen tiempo y los destellantes azules y verdes deambulaban sobre el público, que a su vez, deambulaba. Era como una calle atestada, con rostros peregrinos, que con una mirada huidiza se declaraban cófrades. Los viejos salpicabamos el lugar y todo se entremezcaba en una armonia nocturna.
La música en vaivén, la suave ola de gente, el cielo negro se ocultaba tras el casco de resplandor y la noche bailaba con una cadencia particular,

25 de marzo de 2011

La noche del jazz

La noche mecía las frondas de los árboles de la plaza; frondas rediseñadas por la luz de las farolas. En el pequeño escenario, el grupo ya se había instalado. Todavía quedaban lugares libres y tuve la oportunidad de seleccionar una silla en la primera fila. La indumentaria oscura de los músicos mudaba de tonos por la iluminación.
El cuarteto comenzó a tocar: Coltrane y los demás clásicos. Mi café me calentaba la mano. El viento, como gato, se colaba entre las filas. La noche iniciaba con notas de sax; la noche siseando prometía...
Olvidé, sin darme cuenta, el resto de mis asuntos. La noche era mi amiga y se había sentado a mi lado. Nada impotaba ya.

10 de marzo de 2011

Pantano Park

Pantano Park es un lugar tranquilo. Desde ahí camino a mi esquina donde espero el autobús. Los tres diferentes conductores ya me conocen y me saludan. No necesito pedirles mi boleto de transferencia, sonriendo presionan el botón y me lo entregan. Los viajeros, prácticamente sentados todos los días en los mismos lugares, también nos conocemos. Somos rostros diferentes, con nuestras vidas detrás; con con nuestros asuntos. Nos miramos y basta asentir para saludarnos. El trayecto hasta el centro de la ciudad es largo y cada uno de nosotros va haciendo algo de su propia vida. Yo, leo, hago anotaciones en el texto o escribo cosas de mi trabajo. Muchas veces en mi cuadernillo apunto ficciones que tratan de imitar la realidad. La vida es así, no importa dónde se viva; los días se suceden y cada quien se la va armando. Me gusta imitar los días, las calles y lo que veo. Muchas veces hago un hueco en el aire y me oculto. Hoy, por ejemplo, la noche enciende las farolas y vibra de olores las calles; también, algunas veces, siento algo de soledad, como un sabes un tanto cuanto dulce.